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AUTORA: MARY SANDOVAL |
Mi hermana le puso llave a su
dormitorio y esa noche no pude entrar a probarme su ropa. Como siempre sucede,
cuando una no puede hacer algo es cuando más ganas una tiene de hacerlo. La
puerta cerrada de mi hermanita me dejó más deseosa de vestirme, y para
satisfacer en algo mis deseos femeninos, me fui a Saga Falabella a mirar
vestidos, lencería, zapatos… Mientras paseaba por la tienda, me imaginaba
probándome esa ropa en los vestidores. Tocaba la suavidad de la tela de los
vestidos y me moría de ganas de sentir esa suavidad en mis piernas y en mis
nalgas. Una vendedora bien alta se me acercó para ofrecerme su ayuda. Le dije
que buscaba un vestido para regalarle a mi chica. Me preguntó qué talla y le
respondí que era de mi misma altura y contextura, small. “Entonces puedes
probarte tú el vestido y si te queda también le quedará a ella”, me dijo. Me
puse roja de la emoción y de la vergüenza.
¿Se había dado cuenta que yo deseaba
ponerme el vestido?
--Estoy bromeando, jajaja… No puedes
entrar al vestidor de mujeres y en el de hombres no te van a dejar entrar con
el vestido… Pero, creo que podemos hacer algo. Mírate en el espejo con el
vestido en tu delante.
Y me llevó a un espejo medio
escondido donde casi no podían vernos. Se puso detrás de mí y me colocó el
vestido por adelante. Yo me vi reflejada en el espejo como siempre había
soñado. En el fondo se veía mucha gente que no me prestaba atención,
exactamente como yo quería que suceda, ser una mujer normal en medio de todos.
De pronto la vendedora me agarró por la cintura y me susurró al oído:
--¿Tú crees que eres la primera
travesti de closet que viene por aquí? Yo reconozco a las nenas como tú apenas
las veo. Todas agarran la ropa, miran extasiadas la lencería como si se
imaginaran con vestidas así. Se te nota en la cara que estás feliz con ese
vestido en el espejo. Dime, ¿quisieras ponértelo en el probador? ¿Cuál es tu
nombre de chica?
--Mary, le dije. Y me muero de ganas
de ponerme el vestido. Gracias. Me ha gustado la forma en que me has hablado.
¿Cómo te llamas?
--Mi nombre es Sandra. Y vas a hacer
lo que te digo: esperaremos a que no haya nadie en el probador de chicas.
Entonces tú entras, te encierras en un cuarto y me esperas, que yo te llevo
toda la ropa. Eres bien linda. He palpado tu trasero y está bien formadito. Te
aseguro que te verás como una reina. Dame 100 soles, que ese es el precio de
mis servicios. Que no te vea nadie, quédate en el cuartito, calladita, no hagas
ruido.
Y así ocurrió. En unos minutos yo
estuve dentro de un cuartito, sentadita con las piernas cruzadas, esperando mi
ropita. Mientras tanto, escuchaba las cosas que hablaban las mujeres en el
probador y me daban ganas de salir vestida en medio de ellas, como si fuese una
más.