miércoles, 20 de abril de 2016

La segunda vez con Kamy





AUTOR: MARTIN BINARY




La segunda vez que visité a Kamy, o Kamilita, como también se hace llamar, iba más tranquilo. Sabía que iba a encontrarme con una chica que pocos años antes había sido varón, pero que jamás había sentido el deseo de penetrar con su diminuta minga. Al parecer, en ocasiones se le empina si siente invadir su ano por un objeto duro, de grandes dimensiones, que la bombea con brutalidad (aún no sé si controlada o salvaje), y puede eyacular algo de semen que cae como la gotera de un tejado, sin fuerza. 

Aquella segunda vez, al subir a pie, me crucé con dos vecinas jóvenes que me miraron con malicia y a las que devolví una expresión lasciva: de haberse insinuado las habría penetrado a ambas en el descansillo de la escalera,a la morena de pelo rizado la habría ensartado mientras le comía la vulva vellosa a la del pelo teñido de rojo, a la que habría terminado en segundos mientras me excitaba con la visión de mi semen chorreando entre los muslos de la rizosa. Pero desviaron la mirada en silencio y yollegué aún más deprisa a la puerta entreabierta del apartamento de Kamy. Es un habitáculo pequeño y sabía dónde esperaba.Estaba echada boca abajo en el colchón que tiene en el suelo, bajo una ventana traslúcida que da a un patio. Al lado, el frasco de crema dilatadora, ya abierto. Nos saludamos sin que ella cambiara de posición y yo me desvestí con ansiedad: mi pene estaba morado. Kamilita llevaba puesto un tanga negro que dejaba hacer cualquier cosa con su esfínter. Cubriendo el torso, una camiseta corta de color rosa.

—Cuánto tiempo, mi amor.

Apenas me excusé. Acaricié su espalda con delicadeza, mientras ella alababa mis manos. Comenzó a sudar y deslicé mis dedos hacia la parte lumbar de su cuerpo, sin apenas tocarla, a derecha y a izquierda. Con la mano derecha volqué el frasco de crema y me unté la mano izquierda. Luego mojé sus enormes nalgas y ella empezó a menearse con movimientos de hembra, como si pudiera ser penetrada en una vagina que no tiene. Aparté la cinta del tanga e introduje un dedo seboso en su esfínter, recorrí con él la parte interna de su ano, las circunvoluciones de sus músculos, las pequeñas fístulasy los incipientes granitos. Entonces la niña protestó: ¿sólo un dedo, papi? Mete otro por lo menos. La obedecí y le introduje una cuña de tres dedos, mientras acercaba mi glande a sus labios, porque ya me estaba excitando de más. Kamy llevaba la boca pintada de rojo fuego y la lengua que apareció dentro era de color rosa caperucita. Recorrió la columna vertebral de mi polla desde el coxis a la cabeza y allí apretó, a la vez que la envolvía con sus labios gruesos de silicona de calidad. Tuve que reprimir el deseo. 

sábado, 16 de abril de 2016

Kamy, las nalgas del planeta

AUTOR: MARTIN BINARY




Soy varón estándar, heterosexual con doble vida. Coleccionista compulsivo de diversas clases de objetos, inanimados los más, tales como caballitos de cerámica o cartón, tanques de hojalata, estilográficas sin tinta, sellos antiguos, soldaditos de plomo, figuras de ajedrez e incluso trompos de madera que ya no uso porque pasé la edad de jugar; pero también colecciono, en el más absoluto secreto, experiencias eróticas con seres humanos que se prestan a ello a cambio de dinero: los poseo no más de media hora, abono su servicio con generosidad y me despido con delicadeza. No los retengo como el siniestro malvado de El silencio de los corderos. A los tres cuartos de hora de habernos encontrado, ambos hemos progresado: ellos en capital y yo en fantasía.



A Kamy la elegí como una nueva experiencia en mi subserie de Crisálidas dentro de la serie Transexuales Prostitutas, la más perversa de mis colecciones. Fue tan satisfactoria que repetí  al menos en cinco ocasiones, hasta que un accidente laboral llevó a mi glande unas manchas rojas que requirieron de untados de Canestén y de ingesta de antibióticos para desaparecer. No volví a llamarla, pero no le guardé rencor: puede pasarle a cualquiera.



Como transexual, Kamy es el prototipo soñado por el bisexual tipo: de caderas prominentes duras, redondeadas y suaves como peñas de acantilado, siempre masajeadas por la mar: inmensas nalgas que parecen un solo volumen rasgado por una hendidura viva, un barranco angosto, negro, sin sombra de vegetación que atraviesa la nalga de norte a sur; en su fondo hay un pozo ancho que no fuerza eyaculaciones porque es horadado con frecuencia por carnosas mazas africanas de gran diámetro, como ella misma pregona; tales volúmenes provocan que sus andares sean de matrona portuaria, balanceando el cuerpo con dificultad, forzado por esos voladizos que suponen las mollas de silicona adheridas; pero, al traspasar la cadera, ese cuerpo da paso a una cintura de avispa, como es el tipo de tantas adolescentes obesas de cintura para abajo. Su pecho es escaso aunque no carece de él y el pezón es rosado y femenino.